Cómo se vuelven físicas las creencias


En cualquier momento dado, nuestro estado de salud refleja la suma total de nuestras creencias desde que nacimos. Toda nuestra sociedad funciona movida por muchas creencias compartidas y a veces dañinas. (Una que oigo con regularidad en mi consulta es: «Bueno, ahora que tengo treinta años [o cuarenta o cincuenta], supongo que es normal que tenga dolores y achaques».) Todos los seres vivos reaccionan físicamente al modo en que «piensan» que es la realidad. El doctor Deepak Chopra, una autoridad en el téma de la conciencia y la medicina, pone el ejemplo de unas moscas colocadas dentro de un frasco con la tapa puesta. Una vez que se quita la tapa, sólo salen del frasco unas pocas valientes pioneras. El resto de las moscas han asumido en su «cuerpomente» que están atrapadas. En los acuarios se ha comprobado que si dos bancos de peces se separan por una división de vidrio durante un cierto tiempo, cuando se quita esa división, los peces no invaden el recinto vecino.

De modo, pues, que podemos estar seguras de que los acontecimientos de nuestra infancia disponen el escenario para nuestras creencias acerca de nosotras mismas y, por lo tanto, de nuestras experiencias, entre ellas nuestra salud. Para que una mujer cambie o mejore su realidad y su estado de salud, primero tiene que cambiar sus creencias sobre lo que es posible.
Que tenemos los recursos para superar nuestros hábitos destructivos e inconscientes es una verdad que veo demostrada cada día en el ejercicio de mi profesión. Este poder también ha sido documentado científicamente en un estudio de los efectos de las creencias sobre el proceso de envejecimiento. La doctora Ellen Langer realizó un estudio de cinco días en un centro de retiro con un grupo de voluntarios mayores de 70 años. Todos tuvieron que aceptar que vivirían en el presente como si fuera el año 1959. La doctora les dijo: «No os pedimos que "actuéis" como si estuvierais en 1959, sino simplemente que os limitéis a ser como erais en 1959». Tuvieron que vestirse como se vestían entonces, ver programas de televisión de 1959, leer periódicos y revistas de ese año y hablar como si realmente estuvieran en 1959. También llevaron fotografías de sí mismos de ese año y las colocaron en las salas del centro. La doctora Langer procedió entonces a medir muchos de los parámetros que suelen deteriorarse con la edad (y que no tienen por qué deteriorarse), tales como la fuerza física, la percepción, la cognición y los sentidos del gusto y el oído. Los parámetros reflejaban «marcadores biológicos» que suelen citar los expertos en geriatría. Durante ese período de cinco días, realmente mejoraron muchos de los parámetros seleccionados. Una serie de fotografías que se les hicieron mostraron también que los hombres representaban unos cinco años menos. Les mejoró la memoria y la audición. Cuando cambiaron su actitud respecto al envejecimiento, también sus cuerpos cambiaron. La doctora Langer escribe: «Los ciclos regulares e "irreversibles" del envejecimiento que vemos en las últimas fases de la vida humana podrían ser el producto de ciertas suposiciones sobre cómo se envejece. Si no nos sintiéramos obligados a adoptar esas actitudes limitadoras, tal vez podríamos tener una mayor oportunidad de reemplazar esos años de deterioro por años de crecimiento y propósito»

Si tenemos el poder de invertir los efectos del envejecimiento, ¿qué podríamos lograr con la salud? Es imposible sobrevalorar la esperanza que suscitan estos resultados. Sugieren que si podemos salimos de nuestros patrones culturales colectivos, la vida nos ofrecerá posibilidades que nunca hubiéramos imaginado. Pero para llegar allí, primero hemos de reconocer las líneas horizontales o verticales con las que muchos seguimos chocando. Una vez que «veamos» lo que ha estado allí siempre, podremos crear rutas alternativas ...


Extracto de "Cuerpo de mujer Sabiduria de mujer" de la Dra. Christiane Northrup