El
abuso emocional es el maltrato psicológico que una persona ejerce sobre otra y
que comprende actitudes, acciones y palabras: humillaciones, insultos, gestos
de desaprobación, aislamiento, descalificación personal, o codependencia, entre
otros.
Ocurre
cuando se le niega a alguien su valor y se le hace ver que es inferior devaluando
sus pensamientos y sentimientos. Sus ideas, sentimientos, personalidad y
percepciones son rebajados y despreciados hasta que llega un punto en el que la
víctima empieza a perder la perspectiva sobre sí misma y se destruye su sentido
de la identidad personal. La víctima
comienza a pensar que sus ideas, creencias, emociones, valores, metas, etc.
efectivamente pueden ser inadecuados y erróneos y comienza a dudar de sí misma;
y como habitualmente el maltratado le ha ido aislando poco a poco de los demás,
no hay nadie que desmienta sus palabras y esas creencias.
Estudios
realizados con mujeres maltratadas arrojan que tan sólo un 29 % de las víctimas de abuso emocional
reconocen serlo. Hemos de partir de la idea de que para cualquiera resulta
inconcebible que alguien que se supone que te quiere, te aprecia y valora, esté
al mismo tiempo tratando de humillarte. Por eso no es tan extraño que tiendan a
dar crédito a esas afirmaciones y creer que de verdad hay algo equivocado en
ellas
Existen
muchas formas de este tipo de maltrato:
Cuando
se utiliza un comportamiento ofensivo, se
ridiculiza, se utilizan apodos peyorativos, se imita o infantiliza a la
persona, se comete lo que se denomina Degradación.
Con esta actitud se persigue disminuir su dignidad.
Cuando
se provoca miedo extremo en la persona, poniéndole o amenazándole con ponerle en
una situación o ambiente peligroso o incómodo, lo que se está cometiendo es una
intimidación.
La
reclusión también es una forma de
abuso emocional y se refiere a limitar la libertad que una persona tiene para relacionarse
de forma normal con los demás.
Entrenar
a una persona para que acepte ideas o comportamientos ilegales o que van en
contra del contexto cultural o social es someterla a corrupción, mientras que la explotación se basa en usar a una
persona para obtener un beneficio.
La
indiferencia emocional significa mostrarse indiferente hacia la
víctima, no proveyéndoles de cuidados de una manera sensible, ignorando sus
necesidades mentales y emocionales.
El
abuso emocional encubierto se
articula con miradas de desaprobación,
de condescendencia, con comentarios despectivos o muecas de forma que cualquier
pensamiento, sentimiento, preferencia o deseo que expresa la víctima es
considerado inadecuado o negado de un modo indirecto.
El
maltrato emocional deja huella muy profunda en nuestro interior, aunque no se
manifieste con moratones y no sea tan evidente. No se ve pero se siente, y en
realidad, los golpes recibidos en un maltrato físico también implican una
humillación y rebajan a la persona.
El
maltratador no se vale de su fuerza física sino que utiliza insultos, ofensas,
amenazas, críticas destructivas, gritos, indiferencia, descalificaciones,
agresiones, malos modales intencionados y desprecios que le hacen sentir con
“el poder” en la relación. Muchas víctimas de maltrato tienden a pensar que si
se comportan de “forma adecuada” su maltratador se sentirá satisfecho y todo
irá bien entre ellos. Pero no existe una “forma adecuada” ya que el abuso no
tiene nada que ver con la víctima, ni depende de lo que haga o deje de hacer,
ni porque sea torpe o se comporte de un modo incorrecto...Tiene que ver única y
exclusivamente con el maltratador y sus propios fantasmas, miedos,
inseguridades y necesidad de control. El miedo del maltratador al abandono
suele ser tan intenso como el que sufre su víctima, y reacciona ante ese miedo
tratando de obtener un control total sobre ella.
El
maltratador suele ser una persona inmadura y egoísta que considera que su
víctima ha de atenerse a su voluntad en todo momento, a quien no le importan
los deseos y sentimientos de su pareja porque sólo le importan los suyos
propios. Percibe a la víctima como algo
de su posesión, inferior a él y sometida
a su dominio. Poseen muy bajos niveles de autoestima, puesto que necesita
descalificar a los demás y hacerles sentir inferiores para ensalzarse ellos.
En
contra de lo que se pueda pensar, las víctimas de abuso emocional no suelen ser
personas débiles; la mayoría son personas fuertes, con gran capacidad de
soportar el sufrimiento, cuya autoestima se ha ido debilitando objeto de la
agresión y la frustración de un maltratador. Ni han hecho nada para merecerlo
ni tampoco son "masoquistas", ya que no disfrutan en absoluto de ser
maltratadas.
Son
muchas las razones por las que una persona establece una relación con un maltratador,
entre ellas, la falta de información sobre la persona o su situación particular,
pero sobre todo, por no haber vivenciado nunca una relación saludable. Si no se
ha conocido otra forma de relacionarse se tenderá a creer que es normal lo que
le está pasando.
Pero: ¿Qué mantiene a estas
personas en una relación de este tipo?
La
destrucción del sentido del yo que anteriormente hemos mencionado impide a
estas personas alejarse de su maltratador. Se culpa a sí misma en vez de al maltratador,
considera que hay algo defectuoso en ella y que es ella quien debe cambiar y no
él.
Detrás
de una víctima de abuso existe una historia
de abuso emocional en su familia de origen. Alguien con una infancia sana y
normal, que ha sabido lo que significar relacionarse de una forma sana, se da
cuenta inmediatamente de que lo que está viviendo no es lo adecuado.
Quienes
se han sentido solos y maltratados o abandonados durante su infancia ansían más
que nadie esa conexión emocional de la que carecieron, de ahí que su miedo al
abandono sea mayor que en otras personas, lo que les lleva a aferrarse a esa
relación. Por otra parte, las víctimas se ven impulsadas de manera inconsciente
en la edad adulta a entablar una relación con alguien tan abusivo como lo fue
su padre o madre, ya que poseen ese patrón de conducta o modelo de cómo se
comporta alguien que te quiere.
Otra
razón puede ser que, una vez que su sentido del yo ha disminuido y dado que se
encuentra aislada de otras personas, la víctima se apega con fuerza al
maltratador en busca de amor, de validación, de reconocimiento, de ese gesto
amable que le devuelva su identidad personal, que le diga que no es una persona
tan inadecuada como está empezando a creer, sino alguien valioso y digna de
amor y respeto. Esto es lo que se conoce como vínculo traumático.
Este
es un nexo, un vínculo, basado en la dependencia que crea la erosión de la
propia identidad. Como el maltratador de vez en cuando se permite momentos de
cariño o complacencia, esos que tanto anhela la víctima, ésta se crea la
esperanza de que a partir de ahora todo va a cambiar y de que todo irá bien.
Lamentablemente eso nunca sucede, pues tras ese breve instante de conexión
retorna el abuso. El vínculo traumático es similar al síndrome de Estocolmo,
que es aquel que se produce cuando los secuestradores alternan entre la
amabilidad hacia la víctima y el terror. Esto hace que los rehenes se vuelvan
dependientes de sus captores tanto para sus necesidades emocionales como
físicas.
¿Por qué cuesta terminar con
una relación abusiva?
Existen
diversas razones. Una de ellas es la inversión afectiva (sentimientos), social
(expectativas sociales y personales), material (posesiones), que han hecho en
esa relación. Los maltratadores suelen generar que sus víctimas dependan de
ellos a nivel emocional o afectivo, económico, etc. Si terminaran esa relación perderían
sus "privilegios".
A
lo anterior se suma el temor a lo desconocido, la falta de confianza en uno
mismo, las dudas razonables que surgen tras reconocer que no hicimos una buena
elección. El temor a fracasar nuevamente también nos frena a la hora de poner
fin a una relación.
Por
último, tomar la decisión de poner fin a una relación (del tipo que sea)
conlleva la idea de "cargar con la culpa" de no haber continuado
intentándolo, de no haber puesto lo suficiente de nuestra parte.
Las
personas emocionalmente sanas ponen y aceptan límites, propios y ajenos. Poner
límites, decir NO o decir BASTA, no nos convierte en peores personas y todos
tenemos derecho a hacerlo sin necesidad de sentir culpa por ello.
La
responsabilidad de que una relación, de cualquier tipo funcione correctamente
es compartida por todos los que la integran. Si alguien no se siente valorado o
respetado en una relación, tiene todo el derecho a terminar con ella.
Paloma Hornos
Terapeuta de Gestión
Emocional
www.gestionemocional.com