Relaciones tóxicas


relaciones toxicas

“No necesito poseer para amar. No quiero ser el dueño de quien amo (¡qué horror!). No quiero conquistar ni tomar: amar no es un acto de guerra. Decir es "mío" o "mía" es cosificar al otro, como si el amor fuera una cuestión de compra y venta. No te poseo, te disfruto mientras andas rondando por mi vida; y eso es mucho”.   -Walter Riso-


A veces, vemos relaciones difíciles, confusas, incomprensibles, sea en el entorno familiar o en el círculo de nuestros amigos. Desde fuera, una separación parece la única solución buena y nos preguntamos por qué la pareja continúa junta. Las personas en estas relaciones se sienten Don Quijote en plena lucha contra los molinos de viento: impotentes, culpables y quizás avergonzados al hablar de su relación. El amor se ha convertido en sufrimiento aunque al inicio lo vieron todo en color rosa.
Todavía existe demasiado sufrimiento en las relaciones afectivas por una imagen idealizada del amor y por falta de conocimiento sobre cómo se debe vivir un amor maduro. Nuestra relación debe darnos energía positiva y bienestar y ayudarnos en nuestro crecimiento personal. Esa imagen de una relación falta para mucha gente porque crecían en familias disfuncionales así que ni aprendieron ejemplos útiles del amor ni saben que el amor tiene límites, razón por la que repiten, como adultos, lo que han aprendido en su infancia porque es lo fácil, lo conocido.
Para el amor de pareja ni sirven pensamientos idealizados como que “el amor es eterno” o que “el verdadero amor es incondicional”, ni juicios de la sociedad como que “una separación es un fracaso”. Al contrario, tenemos que decir “no” al amor de pareja si la relación afecta a nuestra dignidad, a nuestra identidad y a nuestra felicidad y si rompe con nuestros valores y principios. Si una persona no quiere a la otra, no hace falta continuar, hay que afrontar la realidad y aprender a perder. Las dos personas en la pareja tienen que amarse. Tampoco es una relación saludable si uno no tiene la posibilidad de conseguir sus objetivos personales, si la relación te impide crecer de la manera como te gustaría o si tienes que dejar de tu para ser aceptado por tu pareja. La relación debe ser un espacio sano de crecimiento para los dos.
La violencia física claramente rompe con los límites del amor, además de hiere la salud física y deja marcas obvias en la persona, como un moratón en un ojo que no se puede esconder, además de las marcas invisibles en el alma de la víctima. El amor no justifica los golpes.
Por último, el límite que es muy sutil y difícil de notar pero tiene un efecto devastador, es la violencia emocional, que destruye de manera invisible la autoestima, el bienestar, la felicidad y la propia identidad personal de la víctima. La víctima y el agresor están en un ciclo peligroso de control y poder. Señales del abuso emocional son varias: el agresor hace sentir inferior a la pareja, la hace sentir culpable, la humilla, la insulta, la hace pensar que está loca, fea, estúpida o gorda. La aísla de su familia y sus amigos, controla lo que hace o a quién puede ver o con quién puede hablar; vigila a dónde va, le limita su vida social y utiliza los celos para justificar sus actos. También usa las amenazas, la aterroriza con dejarla, suicidarse o denunciarla falsamente a la autoridad; le provoca miedo a través de sus miradas, acciones y gestos o destrozando objetos.
El agresor minimiza el abuso o lo niega, en ocasiones también hace sentir responsable a la víctima de la conducta abusiva o le dice que ella lo provocó. Muchas veces, parece una persona encantadora para otra gente y sólo demuestra su comportamiento abusivo con su pareja, cosa que hace muy difícil para la víctima el hecho de pedir ayuda porque piensa que nadie la va a entender. La persona afectada pierde su autoestima hasta que, al final, empieza a creer que realmente hay algo malo en su personalidad y que todas las cosas horribles que le han dicho son verdad. Aquí está el problema porque está convencida de que su pareja tiene razón y se cree una imagen falsa sobre sí misma. Vive con miedo, un enorme sentimiento de culpa y odio hacía sí misma. Tiene dificultades a la hora de dejar la relación abusiva por una gran dependencia emocional.
De las situaciones de violencia se puede extraer un gran aprendizaje: decir NO a la violencia, desapegarse, afrontar el duelo como sufrimiento útil porque tiene un fin y abre un camino hacía una vida saludable. La víctima no tiene que hacer ese camino sola, siempre se puede pedir ayuda profesional para afrontar el miedo a la soledad, sanar las experiencias traumáticas, aprender a poner límites saludables, recuperar la auto-estima y la dignidad y aprender cómo debería ser una relación saludable y madura. Eso es un proceso de crecimiento que puede llevar la persona a la libertad, a la felicidad y al bienestar.

Y una relación saludable, ¿cómo sería?
Una relación madura la integran dos personas independientes que eligen tener una relación juntos y que se aman con respeto mutuo, dignidad e igualdad, sin violar los derechos y los valores del otro, sintiendo buenos amigos, amantes y compañeros de vida. Cada uno se hace cargo de si mismo, de sus asuntos y de su propia vida, de sus emociones, sus pensamientos y sus necesidades. Una relación sana necesita honestidad, compasión, autenticidad, reciprocidad, un equilibrio entre el dar y recibir y un individualismo responsable de tal manera que se puede decir “te quiero queriéndome a mi mismo”. Una autoestima saludable es un requisito imprescindible. La relación deja espacio de crecimiento para los dos para que cada uno pueda conseguir sus sueños, y también, conseguir juntos los sueños comunes de la relación. Una relación saludable consiste en un proceso de descubrimiento y crecimiento continuo y durará el tiempo que dure. Eso es amor y realmente vale la pena.
 

Natalie Jovanic
Coach Sistémico de Relaciones
www.atraealhombrecorrecto.com