Los errores más frecuentes en las dietas de adelgazamiento.
¿Por qué fracasan tan a menudo las dietas de adelgazamiento? En parte, porque nos falla la voluntad, pero también porque no siempre adoptamos dietas personalizadas, diseñadas de acuerdo a nuestras características -físicas, mentales y emocionales. Emocionales, sí, porque nuestro estado de ánimo nos avisa muchas veces de lo que está fallando y por qué.
La obesidad se está convirtiendo en un problema que alcanza cada vez más a todas las edades. Es fácil coger kilos, pero no resulta tan fácil dejarlos. Se prueban dietas que en la mayoría de los casos no funcionan como esperábamos, se hace ejercicio físico y ni aún así. Y cada vez se hace más aplastante la certeza de que algo no estamos haciendo bien. Al final aparece el sentimiento de frustración y las ganas de comer para consolarse. No es un cuadro que se repita en el cien por cien de las ocasiones, pero sí en un alto porcentaje de ellas. Y nos preguntamos una y otra vez, ¿qué es lo que falla, en qué parte del camino nos hemos perdido?
Para dar respuesta a esta pregunta necesitamos, antes que nada, comprender en qué consiste exactamente la obesidad.
Qué es la obesidad.
A primera vista, la obesidad puede definirse como un exceso de peso -por encima de la media considerada saludable para nuestro tamaño y edad. Se trata de un desarreglo cuya causa suele atribuirse en primer lugar a un consumo excesivo de alimentos, o más concretamente de calorías. Sin embargo, podemos ver (y envidiar) todos los días a ciertas personas que comen todo lo que quieren y más, y sin embargo se mantienen en su peso óptimo, mientras otras aseguran que sólo pensar en la comida ya les engorda. Eso nos lleva a pensar que, más que por la ingesta excesiva de comida, la obesidad puede verse producida por otras razones. Según el Dr. Jorge Pérez-Calvo Soler, autor de "Nutrición energética y salud" (Ed. Grijalbo), la obesidad viene dada por "un desarreglo metabólico que dificulta una digestión adecuada en la que los procesos de absorción y eliminación respondan eficazmente". En consecuencia, la obesidad no dependería sólo de las entradas de comida en nuestro organismo sino también de la buena marcha de las salida o eliminaciones y, en su defecto, de las acumulaciones.
Por tanto, y de acuerdo a esta premisa (la obesidad es fruto, más que de una ingesta excesiva de comida, de un desarreglo metabólico -energético- que produce acumulaciones), cuando nos planteamos el propósito de adelgazar nuestra atención tendría que apuntar a "aumentar la vitalidad del organismo y del metabolismo", a través de un planteamiento nutricional personalizado (diseñado para cada organismo en particular), pero también con la ayuda de actitudes mentales creativas y reforzadoras.
El círculo vicioso que no funciona.
No todo el mundo engorda de la misma manera, por lo tanto no se puede aplicar una dieta generalizada con eliminación de grasas animales y azúcar, y abundancia de ensaladas y verduras, si bien en la mayoría de los casos estas recomendaciones resultan positivas para nuestra salud. Ingerir cantidades más pequeñas de comida y evitar el exceso de grasas y azúcar resulta una buena idea en la mayoría de los casos, siempre que no olvidemos nuestro objetivo primero de "aumentar la vitalidad del organismo". Un organismo con vitalidad funciona mejor: absorbe los nutrientes que necesita y elimina las toxinas y desechos que le sobrecargan y envenenan. Por lo tanto, nuestro interés se centrará en cargarnos de vitalidad a través de los alimentos, actividades y estados mentales que la propicien.
Es importante hacer un acto de voluntad y asumir la responsabilidad de nuestro propósito, cuando nos planteamos quitarnos unos kilos de encima. Para ello, hay que pararse a reflexionar.
- Motivación: razones para adelgazar. En primer lugar, es necesario comprender por qué queremos adelgazar: tal vez los kilos de más resultan un lastre para superar otras condiciones, como problemas de artrosis o reuma; o nos cansamos con facilidad, nos sentimos torpes y decidimos que un cuerpo más ligero y ágil nos hará sentirnos mejor. Sea como sea, lo importante es tener claras las causas por las que deseamos adelgazar, y cuando éstas están claras, asumir una firme resolución.
- Desmotivación: esto no funciona. A veces la dieta establecida parece que funciona y en pocas semanas notamos que la aguja desciende en la báscula de una manera sorprendente. Los resultados nos animan y seguimos adelante. Pero no dura mucho, porque llega un momento en que nuestro peso no sólo se estanca sino que empieza a aumentar de nuevo. Porque hemos perdido la motivación al dejar de percibir resultados, pero también por que nos afectan y nos desmoralizan otras situaciones de desencanto en nuestra vida, o simplemente porque la dieta resulta demasiado estricta y no la podemos continuar durante mucho tiempo de manera cotidiana.
- Me falta energía: necesito comer. Sea como sea, lo importante es volver siempre a la reflexión, especialmente cuando las cosas no funcionan como desearíamos. Así que nos preguntamos: ¿Por qué no soy capaz? ¿Qué no funciona en mi cuerpo? Y entonces es cuando recordamos, una vez más, que no contamos con suficiente energía para eliminar lo que nos estamos metiendo en el cuerpo. Y es entonces cuando nos encontramos ante una trampa fácil: si no tengo demasiada energía interna necesito comer más para adquirirla de fuera. Y así es como entramos en un círculo vicioso que difícilmente puede empezar a funcionar.
Diferentes tipologías: pera y manzana.
Como decíamos más arriba, no todo el mundo engorda de la misma manera. De hecho, existen diferentes tipologías físicas que, según el Dr. Pérez-Calvo, nos ofrecen pistas fundamentales sobre nuestra manera de ser así como de nuestras formas de acumulación.
Resumiendo, advertimos dos tendencias claras a la obesidad: troncular o androide (conocida como la forma de manzana), y la obesidad ginoide (de forma de pera).
La obesidad troncular es la que tiende a localizar las acumulaciones en la parte superior del cuerpo: el tronco, el pecho, el cuello y los brazos. Es también conocida como androide porque resulta más habitual en los hombres.
La obesidad ginoide o de forma de pera, como su nombre indica, tiende a mantener la parte superior más estilizada, concentrando las acumulaciones o depósitos de grasa en las caderas, el vientre, las nalgas y los muslos.
A juicio del Dr. Pérez-Calvo, la tipología "manzana" suele responder a personas de carácter más afectivo, emocional o sentimental, con más necesidad y demanda de cariño. Son personas con gustos por los alimentos dulces, helados, bollerías de harinas refinadas y lácteos blandos, como los yogures, flanes, natillas, etc. Este tipo de obesidad (conocida también como la "obesidad yin") es más fácil de eliminar.
La obesidad en forma de pera, por su parte, está constituida por alimentos de tipo yang (proteínas y grasas de origen animal) y responde a una tipología de personas de carácter más territorial y posesivo en todos los terrenos: sexual, económico, profesional. Suelen ser personas de tendencias más materialistas y, debido a ello precisamente, muchas veces manifiestan en su alteración una búsqueda de estabilidad emocional o frustraciones de tipo sexual.
Teniendo en cuenta estas diferentes tipologías y las tendencias que manifiestan, es importante incidir en los alimentos que causan el problema en cada caso (eliminar o disminuir radicalmente los cárnicos, embutidos y grasas saturadas en la "forma de pera", y rebajar la ingesta de dulces, lácteos blandos y harinas refinadas en la "forma de manzana"), así como en las actitudes emocionales y comportamentales.
Atención a los cambios de carácter.
No es de raro observar cambios de carácter en una persona cuando sigue una dieta y hasta cierto punto puede ser normal y poco alarmante. Cuando alguien hace un esfuerzo por abandonar algunas de sus adicciones, o incluso meros placeres, es habitual afrontar
ciertos estados de frustración que pueden manifestarse en nerviosismo, enfado, hipersensibilidad o cualquier otra alteración emocional. En el caso de tener que dejar de comer lo que le apetece y cuanto le apetece, puede darse una frustración similar.
La situación se complica en el caso de las dietas drásticas, con cambios muy rotundos en la alimentación o reducciones dramáticas, que pueden llegar a hacer pasar hambre.
"Las dietas que se anuncian con la promesa de que la persona que las siga perderá 9 kilos en un mes son una verdadera barbaridad desde el punto de vista energético y para la salud en general -explica el Dr. Pérez-Calvo-. Y es que si las grasas se eliminan muy rápidamente, los detritus o toxinas que se acumulan en ellas (entre ellas, metales pesados y dioxinas) se vuelcan al torrente sanguíneo y pueden depositarse en zonas vitales del organismo, como el cerebro o el sistema nervioso".
No hay que descartar, por tanto, que algunos cambios de carácter paralelos a adelgazamientos muy drásticos puedan deberse a alteraciones del sistema nervioso motivadas por esas sustancias tóxicas. Por este motivo, es muy importante acompañar las dietas de adelgazamiento con alimentos depurativos o drenadores, como es el caso de las algas (wacame, agar-agar...) y la cebolla, que ayudan a eliminar toxinas; las coles fermentadas (como el chucrut y los prikles), que fortalecen la flora intestinal, etc.
Otros cambios de carácter pueden deberse a errores concretos en las dietas de adelgazamiento. Por ejemplo, un exceso de carne (a la plancha, o hervida, da igual), podría potenciar un comportamiento más agresivo; demasiadas frutas podría producir una incontrolable alegría seguida de una sensación de cansancio mental o agotamiento físico, y un excesivo aporte de ensaladas y verduras crudas podría manifestarse en cierta lentitud de movimientos, pereza o apatía.
Otras alteraciones alimentarias: el asco y el vómito.
"En mi experiencia clínica, suelo encontrar dos tendencias o conflictos alimentarios muy definidos en los casos de exceso de peso, que se agudizan en los cambios importantes de alimentación, como es el caso de las dietas de adelgazamiento. Me refiero al rechazo, o asco hacia ciertos alimentos, por una parte, y por otra, la intolerancia, con tendencia a vomitar. En ambos casos de alteraciones alimentarias se suele dar una relación clara con actitudes emocionales y comportamentales", explica el Dr. Pérez-Calvo.
La bulimia, o hambre insaciable que puede llegar a producir fácilmente un exceso de peso, puede venir asociada a una fuerte tendencia a vomitar. Es el caso de personas con actitudes muy intolerantes, que pueden utilizar frases en su lenguaje del tipo "no lo trago", "es una situación que no puedo digerir", o similares. La intolerancia y el rechazo de plano en ocasiones se manifiesta también en la forma en que comemos, como el rechazo absoluto hacia ciertos alimentos que "no podemos tragar" y los vómitos reiterados.
Hay otros casos de apetito compulsivo que no están asociados a los vómitos, pero sí al rechazo o al asco hacia ciertos alimentos. Son personas que habitualmente hacen gestos de repulsión al hablar y que repiten expresiones del tipo "es un asco", "va hecha un asco", "qué asco me da" y similares.
En muchas ocasiones, estas personas son diagnosticadas como hipoglucémicas (pacientes con niveles de glucosa muy bajos que manifiestan una necesidad de comer continuamente dulces, bollería, carne, etc.). Sin embargo, resulta cuando menos curioso observar que cuando la persona en cuestión es capaz de identificar y resolver la situación o situaciones personales que supuestamente no toleran ni pueden aceptar (como un hijo que ha decidido no ir a la universidad, contra nuestros planes), disminuye notablemente su tendencia a vomitar, hasta desaparecer. De la misma manera, cuando consigue identificar y resolver las situaciones que le producen repugnancia (como hacer el amor sin ganas o soportar cada mes una menstruación que no acaba de aceptar), la persona acaba curándose o al menos se advierte una notable mejoría en la hipoglucemia diagnosticada.
Estas evidencias nos reiteran una vez más que existen muchas alteraciones alimentarias directamente relacionadas con nuestras alteraciones emocionales, de la misma manera que los cambios drásticos en la alimentación pueden producir cambios importantes de estados de ánimo y de comportamiento.
Obesidad en forma de pera.
Qué alimentos se acumulan y dónde:
La obesidad en forma de pera proviene del exceso de consumo de proteína animal y grasas saturadas (carne, embutidos, pollo, huevos...) que retienen a su alrededor grasas y líquidos para compensar el exceso de contracción del núcleo.
Las dietas hipocalóricas e hiperproteínicas (a base de carne, aunque sea a la plancha) no funcionan a medio y largo plazo.
Zonas de acumulación:
- En las pistolas (parte superior y exterior de los muslos): los embutidos, lácteos duros (quesos salados) y grasas animales.
- En las nalgas: jamón, carne y huevos..
- En los muslos: embutido, carne y jamón.
Qué evitar.
- El estrés.
- Situaciones de frustración sexual o emocional.
- Evitar estados de inercia, la monotonía, la rutina, el aburrimiento.
- Evitar los alimentos salados, cárnicos, el exceso de horneados, frutos y grasas saturadas.
Qué hacer.
- Ejercicio físico y estiramientos.
- Situaciones de actividad.
- Diversificar las fuentes de placer, como la música, los baños, los paseos, etc. de forma sistemática.
Obesidad en forma de manzana.
Qué alimentos se acumulan y dónde:
Zonas de acumulación:
- En la papada y cuello: los lácteos blandos (leche, yogurt, queso fresco), harinas, postres refinados, natillas, nata y mantequilla.
- En los hombros: bollería refinada, yogurt, fruta, lácteos blandos.
- En el pecho: lácteos blandos, fruta, azúcar, dulces con azúcar refinada.
- En el vientre y cintura (michelines): pan blanco, harinas blancas, grasas animales, vegetales refinados y fritos.
Qué evitar.
- Evitar situaciones que produzcan asco o rechazo.
- Evitar la inactividad y la vida sedentaria.
- Evitar el excesivo apego a la televisión.
- No dormir excesivamente.
- Evitar situaciones que induzcan a la pasividad.
- Evitar las dependencias emocionales.
- Evitar los lácteos, alimentos dulces y refinados.
Qué hacer.
- Ejercicio físico y vida activa.
- Diversificar las amistades y las fuentes de afecto, para combatir la tendencia a los celos y la territorialidad.
Cambios de carácter por los cambios de alimentación
Demasiada carne = comportamiento agresivo.
Demasiada ensalada = apatía, lentitud, pereza.
Demasiada fruta = alegría seguida de cansancio físico y mental.
Texto: Marié Morales.
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