Las personas que hacen meditación Zen sienten el dolor, pero no piensan tanto sobre el mismo, según revela una investigación reciente.
La observación podría tener importancia para el tratamiento del dolor crónico entre personas que sufren bajo el impacto de afecciones como la artritis y el dolor de espalda.
Pierre Rainville, investigador de la Universidad de Montreal, y sus colegas informan sobre sus hallazgos en la revista Pain.
Nuestra investigación previa encontró que los meditadores Zen tenían menor sensibilidad al dolor”, aseguró el autor principal Rainville en un comunicado de prensa de la revista. “La meta del estudio actual era determinar cómo lo logran”.
“Mediante el uso de imágenes por resonancia magnética [IRM], demostramos que aunque los meditadores eran conscientes del dolor, la sensación no se procesaba en la parte del cerebro responsable de la evaluación, el razonamiento o la formación de memorias”, anotó Rainville. “Pensamos que sienten las sensaciones pero acortan el proceso, no llegando a la interpretación ni a etiquetar el estímulo como doloroso”.
Las observaciones del equipo surgen del trabajo con trece meditadores Zen expuestos a dolorosos estímulos calientes.
Se llevaron a cabo IRM funcionales de los cerebros de los meditadores mientras el equipo registraba sus percepciones autorreferidas del dolor.
En comparación con un número equivalente de participantes del estudio que no meditaban, los investigadores encontraron que los meditadores altamente experimentados reportaban menores respuestas al dolor, además de menos actividad en las partes del cerebro (la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo) que se relacionan con los procesos cognitivos, la emoción y la memoria.
“Nuestros hallazgos llevan a nuevos conocimientos sobre la función de cuerpo y mente”, aseguró en el mismo comunicado de prensa el primer autor del estudio Joshua Grant, estudiante doctoral de la universidad. “Estos resultados desafían los conceptos actuales del control mental, que se piensa se logra mediante un aumento de la actividad o el esfuerzo cognitivo. En vez de ello, sugerimos que es posible autorregular en una forma más pasiva, al desactivar ciertas áreas del cerebro, que en este caso normalmente tienen que ver con el procesamiento del dolor”.
“Los resultados sugieren que los meditadores Zen podrían tener una capacidad relacionada con el entrenamiento de desactivar algunos procesos cerebrales de alto orden, mientras siguen experimentando los estímulos”, añadió Rainville. “Dicha capacidad podría tener implicaciones amplias y profundas para la regulación del dolor y la emoción, y para el control cognitivo. Esta conducta es coherente con la actitud Zen y con la idea de la conciencia reflexiva y atenta”.
La observación podría tener importancia para el tratamiento del dolor crónico entre personas que sufren bajo el impacto de afecciones como la artritis y el dolor de espalda.
Pierre Rainville, investigador de la Universidad de Montreal, y sus colegas informan sobre sus hallazgos en la revista Pain.
“Mediante el uso de imágenes por resonancia magnética [IRM], demostramos que aunque los meditadores eran conscientes del dolor, la sensación no se procesaba en la parte del cerebro responsable de la evaluación, el razonamiento o la formación de memorias”, anotó Rainville. “Pensamos que sienten las sensaciones pero acortan el proceso, no llegando a la interpretación ni a etiquetar el estímulo como doloroso”.
Las observaciones del equipo surgen del trabajo con trece meditadores Zen expuestos a dolorosos estímulos calientes.
Se llevaron a cabo IRM funcionales de los cerebros de los meditadores mientras el equipo registraba sus percepciones autorreferidas del dolor.
En comparación con un número equivalente de participantes del estudio que no meditaban, los investigadores encontraron que los meditadores altamente experimentados reportaban menores respuestas al dolor, además de menos actividad en las partes del cerebro (la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo) que se relacionan con los procesos cognitivos, la emoción y la memoria.
“Nuestros hallazgos llevan a nuevos conocimientos sobre la función de cuerpo y mente”, aseguró en el mismo comunicado de prensa el primer autor del estudio Joshua Grant, estudiante doctoral de la universidad. “Estos resultados desafían los conceptos actuales del control mental, que se piensa se logra mediante un aumento de la actividad o el esfuerzo cognitivo. En vez de ello, sugerimos que es posible autorregular en una forma más pasiva, al desactivar ciertas áreas del cerebro, que en este caso normalmente tienen que ver con el procesamiento del dolor”.
“Los resultados sugieren que los meditadores Zen podrían tener una capacidad relacionada con el entrenamiento de desactivar algunos procesos cerebrales de alto orden, mientras siguen experimentando los estímulos”, añadió Rainville. “Dicha capacidad podría tener implicaciones amplias y profundas para la regulación del dolor y la emoción, y para el control cognitivo. Esta conducta es coherente con la actitud Zen y con la idea de la conciencia reflexiva y atenta”.