Empecemos por decir que las Astrología basa su tesis en sostener que los arquetipos que gobiernan la forma de la experiencia humana, están inteligiblemente conectados con los planetas y sus movimientos en el cielo. Esta relación es observada, constantemente, en los alineamientos planetarios específicos y los fenómenos arquetípicamente configurados en los asuntos humanos.
Este enfoque es complejo y requiere ser abordado
más ampliamente para así familiarizarnos con él en su totalidad. Encontramos que la forma más temprana de esta perspectiva es la experiencia primordial de los grandes dioses y diosas de la imaginación mítica antigua. De acuerdo con esto, se entiende que la realidad está impregnada y estructurada por fuerzas poderosas y presencias numinosas que se manifiestan a la imaginación humana en las figuras divinizadas y narraciones de la mitología antigua, a menudo en estrecha conexión con los cuerpos celestes.
A medida que la mentalidad griega evolucionó, los “absolutos divinos” que regían la imaginación mítica fueron, poco a poco, tomando forma filosófica en los ‘Diálogos’ de Platón. Desde la visión platónica se consideraba los arquetipos como esencias absolutas que trascendían el mundo empírico pero que daban al mundo su forma y su sentido. Ellos son universales, intemporales, que sirven como realidad fundamental.
El diálogo más significativo es ‘Epinomis’, donde hace claramente referencia a la asociación cósmica entre los planetas y los dioses específicos. Aristóteles, discípulo y sucesor de Platón, fue mas allá, para él las formas universales existen en las cosas, no por encima o más allá de ellas. Adoptando una visión más empírica de las formas universales que se fundamentaba en un espíritu de análisis lógico. Las formas perdieron su numinosidad, pero ganaron un carácter dinámico y teológico.
La idea de formas arquetípicas o universales sufrió, luego, una serie de desarrollos importantes en el período clásico tardío, en el medioevo (santo Tomás de Aquino) y en el Renacimiento (John Locke).
Tenemos que esperar al advenimiento del siglo XX para asistir al repunte del concepto de arquetipo. La razón de este renacimiento se la debemos, principalmente, a los descubrimientos empíricos de la Psicología profunda, primero, con la formulación de Freud, del Complejo de Edipo, Eros y Tánatos, el yo, el ello y el superego y luego con la contribución de Jung y la Psicología arquetipal.
Carl Jung describió los arquetipos como formas autónomas primordiales en la psique, que estructuran e impelen toda la experiencia y la conducta humana.
Posteriormente, la perspectiva arquetípica se desarrolló en terrenos como la Antropología, la Mitología, los estudios de religión, la Filosofía de la Ciencia y en muchos otros campos.
En lo que ahora nos atañe, podemos definir un arquetipo a la manera de Jung, como principio formal, fundamental de la psique humana, expresión universal de un inconsciente colectivo y que es común a toda la Humanidad (como el Viejo sabio).
Para entender la correspondencia entre planetas y arquetipos, debemos comprender, previamente, que hay evidencias que apoyan que los planetas tienden a coincidir con configuraciones de la experiencia humana que guardan íntima semejanza con el carácter de sus figuras míticas homólogas. En otras palabras, la visión, tal vez, intuitiva del astrólogo en sus orígenes demuestra ser, más bien, en lo fundamental, relativa al fruto de la experiencia. La naturaleza de esas correlaciones combina la precisión de la Astronomía matemática, con la complejidad psicológica de la imaginación arquetípica.
Con la integración de la concepción filosófica antigua de los arquetipos y su concepción psicológica moderna, la Astrología, en nuestro tiempo, sugiere que los arquetipos poseen una realidad al mismo tiempo objetiva y subjetiva, que armoniza tanto el Cosmos exterior como la psique humana interior (‘cómo es arriba es abajo’).
Se considera que los arquetipos planetarios, por su naturaleza, son tanto psicológicos como metafísicos, esto es, esencias o formas universales, innatas a la mente humana y, a la vez, independientes de ellas.
Por último, entendemos que los arquetipos guardan complejas relaciones, tanto histórica como conceptualmente con las arquetípicas estructuras, narraciones y figuras del mito antiguo. De ahí la famosa frase de Joseph CAMPBELL: ‘No sería exagerado decir que el mito es la abertura secreta por donde las inagotables energías del Cosmos se precipitan en la manifestación cultural humana’.
Por astr. Rosa Pezzuti - La Palma, Islas Canarias
rosapezzuti@hotmail.com
Este enfoque es complejo y requiere ser abordado
más ampliamente para así familiarizarnos con él en su totalidad. Encontramos que la forma más temprana de esta perspectiva es la experiencia primordial de los grandes dioses y diosas de la imaginación mítica antigua. De acuerdo con esto, se entiende que la realidad está impregnada y estructurada por fuerzas poderosas y presencias numinosas que se manifiestan a la imaginación humana en las figuras divinizadas y narraciones de la mitología antigua, a menudo en estrecha conexión con los cuerpos celestes.
A medida que la mentalidad griega evolucionó, los “absolutos divinos” que regían la imaginación mítica fueron, poco a poco, tomando forma filosófica en los ‘Diálogos’ de Platón. Desde la visión platónica se consideraba los arquetipos como esencias absolutas que trascendían el mundo empírico pero que daban al mundo su forma y su sentido. Ellos son universales, intemporales, que sirven como realidad fundamental.
El diálogo más significativo es ‘Epinomis’, donde hace claramente referencia a la asociación cósmica entre los planetas y los dioses específicos. Aristóteles, discípulo y sucesor de Platón, fue mas allá, para él las formas universales existen en las cosas, no por encima o más allá de ellas. Adoptando una visión más empírica de las formas universales que se fundamentaba en un espíritu de análisis lógico. Las formas perdieron su numinosidad, pero ganaron un carácter dinámico y teológico.
La idea de formas arquetípicas o universales sufrió, luego, una serie de desarrollos importantes en el período clásico tardío, en el medioevo (santo Tomás de Aquino) y en el Renacimiento (John Locke).
Tenemos que esperar al advenimiento del siglo XX para asistir al repunte del concepto de arquetipo. La razón de este renacimiento se la debemos, principalmente, a los descubrimientos empíricos de la Psicología profunda, primero, con la formulación de Freud, del Complejo de Edipo, Eros y Tánatos, el yo, el ello y el superego y luego con la contribución de Jung y la Psicología arquetipal.
Carl Jung describió los arquetipos como formas autónomas primordiales en la psique, que estructuran e impelen toda la experiencia y la conducta humana.
Posteriormente, la perspectiva arquetípica se desarrolló en terrenos como la Antropología, la Mitología, los estudios de religión, la Filosofía de la Ciencia y en muchos otros campos.
En lo que ahora nos atañe, podemos definir un arquetipo a la manera de Jung, como principio formal, fundamental de la psique humana, expresión universal de un inconsciente colectivo y que es común a toda la Humanidad (como el Viejo sabio).
Para entender la correspondencia entre planetas y arquetipos, debemos comprender, previamente, que hay evidencias que apoyan que los planetas tienden a coincidir con configuraciones de la experiencia humana que guardan íntima semejanza con el carácter de sus figuras míticas homólogas. En otras palabras, la visión, tal vez, intuitiva del astrólogo en sus orígenes demuestra ser, más bien, en lo fundamental, relativa al fruto de la experiencia. La naturaleza de esas correlaciones combina la precisión de la Astronomía matemática, con la complejidad psicológica de la imaginación arquetípica.
Con la integración de la concepción filosófica antigua de los arquetipos y su concepción psicológica moderna, la Astrología, en nuestro tiempo, sugiere que los arquetipos poseen una realidad al mismo tiempo objetiva y subjetiva, que armoniza tanto el Cosmos exterior como la psique humana interior (‘cómo es arriba es abajo’).
Se considera que los arquetipos planetarios, por su naturaleza, son tanto psicológicos como metafísicos, esto es, esencias o formas universales, innatas a la mente humana y, a la vez, independientes de ellas.
Por último, entendemos que los arquetipos guardan complejas relaciones, tanto histórica como conceptualmente con las arquetípicas estructuras, narraciones y figuras del mito antiguo. De ahí la famosa frase de Joseph CAMPBELL: ‘No sería exagerado decir que el mito es la abertura secreta por donde las inagotables energías del Cosmos se precipitan en la manifestación cultural humana’.
Por astr. Rosa Pezzuti - La Palma, Islas Canarias
rosapezzuti@hotmail.com
Fuente: Revista Digital Universo Nueva Era - www.universonuevaera.com
Me quedo sorprendido de las infinitas relaciones que podemos encontrar entre cada organismo del Universo, este interesantísimo artículo nos muestra una correlación más entre lo misterioso de los arquetipos y lo evocador del Tarot.
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