Concentración y meditación



La capacidad de concentración ha llegado a ser un bien escaso en la vida del hombre cibernético. Verdaderamente parece hacerlo todo por evitar concentrarse. Le gusta hacer varias cosas a la vez, como oír música, leer, comer y charlar con los amigos.
Verdaderamente la  televisión es una buena escuela de desconcentración. Al interrumpir los programas con anuncios, condiciona a los espectadores a no concentrarse.
Muchos estudiantes tienen la costumbre de no leer nunca un libro  entero, aunque no haya resúmenes. La introducción, la conclusión, unas cuantas páginas que haya señalado el profesor y ya “se sabe” el pensamiento del autor, al menos superficialmente, sin necesidad de concentrarse.
La concentración ha llegado a ser un fenómeno tan raro, entre otras causas, porque tenemos miedo a concentrarnos porque tenemos miedo a perdernos si nos dejamos absorber demasiado por una persona, una idea o un hecho.
La concentración requiere actividad interior, no agitación, y esta actividad es infrecuente hoy, cuando la agitación es la clave del éxito.
Al contrario de lo que podemos pensar, la falta de concentración cansa, mientras que la concentración despierta, nos hace sentirnos vivos al movilizar nuestras energías físicas y mentales.
¿A dónde iría la industria si la gente empezase a concentrarse en unas cuantas cosas, en vez de cansarse enseguida de todas y de correr a comprar otras nuevas, que sólo interesan por ser nuevas?

¿Cómo puede aprender uno a concentrarse?
Como primer ejercicio le sugiero que se practique la tranquilidad, Lo cual puede significar, en concreto, sentarse tranquilo durante unos 10 minutos, por ejemplo, sin hacer nada ni, en lo posible, pensar en nada, pero atendiendo a lo que ocurre dentro de nosotros. Quien crea que es fácil es que no lo ha intentado nunca. Quien lo intente verá que es bastante difícil. Este es solo un primer ejercicio para aprender a concentrarse. Debería extenderse de 10 a 15 o 20 minutos, practicándolo regularmente todos los días.
Durante meses, nos pasarán por la cabeza otros muchos pensamientos, que perturbarán la concentración. En esto como en cualquier otra cosa, la fuerza no hace ningún bien. NO SIRVE DE NADA TRATAR DE RECHAZAR VIOLENTAMENTE LOS PENSAMIENTOS TANGENCIALES, ENFRENTÁNDONOS A ELLOS COMO SI FUESEN ENEMIGOS, para sentirnos derrotados en caso de no haber ganado la batalla. Tenemos que tratarlos cortésmente, lo cual quiere decir que DEBEMOS TENER PACIENCIA CON NOSOTROS MISMOS. (La impaciencia suele ser un efecto de la intención de imponerse)
En este como en cualquier otro aprendizaje, es importante la capacidad de soportar el fracaso.
La fabricación mecánica de productos que escupen las máquinas, no conoce el fracaso, pero tampoco la perfección. Este modo de producción nos ha inducido al curioso engaño de que el camino que conduce a la perfección es recto y placentero. Tener en cuenta que el camino que conduce a la concentración, como a cualquier otra meta, acarrea forzosamente fracasos y decepciones es lo único que puede evitarnos el desaliento.
El concepto budista de la concentración significa un modo de ser por el que uno se concentra enteramente en lo que hace en todo momento, esté plantando una semilla, limpiando una habitación o comiendo. Según decía un maestro zen: “Si estoy durmiendo, duermo; si estoy comiendo, como”.
Según el budismo, con plena conciencia de la realidad, pueden vencerse la codicia, el odio y por tanto el sufrimiento.
La atención no  significa no hacer nada distraídamente, sino con plena concentración en lo que se hace, sea andar, comer, pensar o mirar, de modo que la vida quede completamente iluminada por la plena consciencia.

AUTOR: Erich Fromm
LIBRO: Del Ser al Tener