Aprendiendo mediante la experiencia



La meditación es una manera de abrir nuestra vida


La meditación es una manera de abrir nuestra vida a la riqueza de la experiencia, no una práctica esotérica limitada a ciertos tiempos y lugares. Que vivamos en la quietud del campo o en el alboroto de la ciudad, la meditación puede convertirse en un estilo de vida. En este tipo de meditación aprendemos a abarcar y a aprender de todas nuestras experiencias.
Sin embargo, este tipo de meditación que todo lo abarca no es tan fácil como suena, porque supone un estado de consciencia en todo lo que hacemos. Todo se incluye en la meditación: desde el simple acto de levantarse cada mañana hasta nuestros sueños nocturnos. Aprendemos a abrir nuestros sentidos a cada matiz de la experiencia, conscientes, incluso, de
los más mínimos aspectos de nuestra vida, tales como la forma en que caminamos y cómo hablamos con los demás. De esta manera aprendemos a abrirnos a la verdad de nuestra
experiencia. Cómo vivimos, qué está sucediendo en nuestra vida, cómo nos afecta nuestra experiencia éste es el fundamento de la realidad, y la fuente de la consciencia espiritual.
Es posible cultivar esta consciencia en todos los aspectos de nuestra vida en el trabajo, en nuestras relaciones, e incluso en nuestras habilidades. Todos estos son maestros potenciales a los cuales podemos abrirnos y de quienes podemos aprender cuando vemos las posibilidades de crecimiento que existen en todo lo que hacemos.
A medida que aprendemos de nuestra experiencia, nuestro aprecio por la vida aumenta; nuestros sentidos se vuelven más agudos; nuestra mente se vuelve más clara y más perceptiva.
Desarrollar la consciencia, la concentración, la honestidad, la compasión y la apertura puede volverse una experiencia reveladora que no sólo nos beneficiará a nosotros mismos sino
que creará en nosotros cualidades que pueden servir de guía a quienes nos rodean.
A medida que nuestra consciencia se desarrolla, todo nuestro marco de referencia se va transformando. Podemos ver la interrelación que hay entre el pensamiento y la acción, y, en
consecuencia, tenemos más sensibilidad al comunicarnos con los demás. Nuestras observaciones penetran a niveles más profundos: descubrimos cómo se producen los sentimientos y cómo funciona el pensamiento. Cuando nuestra consciencia se desarrolla más aún, podemos incluso percibir el vínculo que hay entre el pasado, el presente y el futuro, y, en consecuencia, aprender a dirigir nuestras acciones de manera tal que nuestra vida nos satisfaga y sea plena.
Sin embargo, al comienzo nuestra visión es limitada: no es fácil saber cuáles serán los resultados de nuestras acciones.
Podemos seguir las directrices de la sociedad, pero pocas de ellas han sido creadas con algo más que un propósito miope y con un resultado a la vista. Así, pues, aunque los resultados de
nuestras acciones puedan parecer buenos en determinado momento, a la larga pueden ser dañinos. Entonces, en un momento de frustración, podemos forzar las situaciones y
empeorar el resultado. 
Cuando estamos conscientes se abre nuestra visión hacia
una acción más constructiva; y la paciencia permite que nuestra nueva visión funcione. La paciencia actúa en silencio, como un agente secreto, y nos protege de caer en la acción inútil y en el desespero. Cuando conscientemente desarrollamos la paciencia, ésta puede volverse una respuesta natural y apropiada a cada nueva situación; nos fortalecemos aun para las circunstancias más difíciles.
Cuando la paciencia se desarrolla intensamente, la consciencia aparece incluso en nuestros aspectos negativos, y de esa consciencia viene nuestra meditación. Vemos que todo lo que sucede es una manifestación de la energía, la cual es, en sí misma, una forma de consciencia, y nos damos cuenta de que toda experiencia, durante todas las veinticuatro horas del día, es parte de la naturaleza de la revelación. A esta consciencia pueden llegar todos los que la buscan; siempre puede llegarse a ella ahondando en la naturaleza de la experiencia. Nuestra experiencia puede llevarnos mucho más allá de nuestra manera usual de pensar, de ver y de ser. Puede llevarnos a la misma revelación.
Cuando llegamos a un estado de verdadera consciencia, nos volvemos como flores de loto: el loto es puro y bello, aunque crece en el fango. Una vez que somos conscientes, podemos
funcionar adecuadamente aun en medio de la confusión del mundo. Nuestra actitud positiva nos beneficia a nosotros y beneficia a los demás; vivimos la verdad que hemos adquirido.
El samsara es como una fruta venenosa. Nos la comemos con gusto, pero al final nos ha de matar, a menos que podamos transmutar su veneno. Nada relacionado con el samsara puede,
finalmente, darnos libertad y felicidad o verdaderamente satisfacer nuestros deseos. Pero cuando vivimos conscientemente, el veneno no nos hace daño porque el nirvana puede ser vivido dentro del samsara. Son lo mismo.

Libro Abra su Mente de Tulku Tarthang