CONVERSACIONES CON Sri Ramana Maharshi











. La señora M. A. Piggot, una señora inglesa que había leído La India Secreta, de Paul Brunton, vino a ver al Maharshi. Se le proporcionaron los servicios de un discípulo como intérprete. En ese momento había muchos visitantes en la sala, incluyendo algunas señoras con sus niños. Había mucho ruido en el lugar. Finalmente, prevaleció el silencio. De repente, al Maharshi, que parecía estar mirando el espacio infinito, se le oyó decir suavemente: «¡Un mono!» Entonces se descubrió que en la entrada (sin que lo pudiera observar la madre que estaba sentada al otro lado de la puerta) había un niño con un mono grande de pie, que con ambas manos le acariciaba sin hacerle el menor daño: ambos estaban mutuamente en paz en la presencia del Maharshi. Cuando se escuchó la voz del Maharshi, el mono salto hábilmente y desapareció. El incidente impresionó mucho a la señora.

. ¿Es necesario un Maestro para la realización? —preguntó primero la señora Piggot.

Maharshi: La realización es el resultado de la gracia del Maestro más que de las enseñanzas, los discursos, la meditación, etc. Éstas son sólo ayudas secundarias, mientras que la gracia es la causa principal y esencial.
Devoto: ¿Cuáles son los obstáculos que impiden la realización del Sí mismo?
M.: Los hábitos de la mente (vasanas).
D.: ¿Cómo vencer los hábitos mentales (vasanas)?
M.: Realizando al Sí mismo.
D.: Eso es un círculo vicioso.
M.: Es el ego el que suscita esas dificultades creando obstáculos, y después sufre la perplejidad de las aparentes paradojas. Encuentre quién hace las preguntas y el Sí mismo será encontrado.
D.: ¿Cuáles son las ayudas para la realización?
M.: Las enseñanzas de las Escrituras y de las almas realizadas.
D.: ¿Pueden ser esas enseñanzas debates, discusiones y meditaciones?
M.: Sí, todas éstas son sólo ayudas secundarias, mientras que lo esencial es la gracia del Maestro.
D.: ¿Cuánto tiempo le llevará a uno obtener eso?
M.: ¿Por qué desea saberlo?
D.: Para darme esperanza.
M.: Ese deseo es un obstáculo. El Sí mismo está siempre aquí, no hay nada sin él. Sea el Sí mismo, y los deseos y las dudas desaparecerán. Ese Sí mismo es el presenciador en los estados de sueño profundo, de sueño con sueños y de vigilia. Estos estados pertenecen al ego. El Sí mismo trasciende al ego. ¿No existía usted en el sueño profundo? ¿Sabía usted entonces que estaba dormido o que no era consciente del mundo? Sólo en el estado de vigilia usted describe la experiencia del sueño profundo como inconsciencia; por consiguiente, la consciencia cuando usted está dormido es la misma que cuando usted está despierto. Si usted sabe qué es esta consciencia de la vigilia, conocerá la consciencia que presencia los tres estados. Esta consciencia puede ser encontrada buscando la consciencia como ella era en el sueño profundo.
D.: En ese caso, me quedo dormido.
M.: ¡No hay mal en ello!
D.: Es un vacío.
M.: ¿Para quién es el vacío? Encuéntrelo. Usted no puede negarse a sí mismo nunca. El Sí mismo es siempre y continúa en todos los estados.
D.: ¿Debo permanecer como si estuviera en el sueño profundo y presenciar al mismo tiempo?
M.: Sí. La presenciación es el estado de vigilia. Por consiguiente, ese estado no será un estado de sueño profundo, sino de sueño profundo sin sueño profundo. Si usted sigue los pasos a sus pensamientos, será extraviado por ellos y se encontrará en un laberinto sin fin.
D.: Así pues, debo receder a la fuente de los pensamientos.
M.: Exactamente; de esa manera, los pensamientos desaparecerán y sólo quedará el Sí mismo. De hecho, para el Sí mismo no hay ningún adentro ni ningún afuera. Todo eso son también proyecciones del ego. El Sí mismo es puro y absoluto.
D.: Esto se comprende sólo intelectualmente. ¿No es el intelecto una ayuda para la realización?
M.: Sí, hasta una cierta etapa. Pero aún así, comprenda que el Sí mismo trasciende el intelecto —el intelecto debe desvanecerse para obtener el Sí mismo.
D.: ¿Ayuda mi realización a otros?
M.: Sí, ciertamente. Es la mejor ayuda posible. Pero no hay ningún otro a quien ayudar. Pues un ser realizado ve el Sí mismo de la misma manera que un orfebre aprecia el oro en diversas joyas. Sólo cuando usted se identifica con el cuerpo, las formas y las figuras están aquí. Pero cuando usted trasciende su cuerpo, los otros desaparecen junto con su consciencia corporal.
D.: ¿Ocurre eso también con las plantas, los árboles, etc.?
M.: ¿Existen ellos aparte del Sí mismo? Averígüelo. Usted piensa que los ve. El pensamiento es proyectado desde su Sí mismo. Encuentre de dónde surge. Los pensamientos cesarán de surgir y sólo quedará el Sí mismo.
D.: Yo comprendo teóricamente. Pero todavía están aquí.
M.: Sí. Es como una función de cine. Hay la luz en la pantalla y las sombras que pasan rápidamente impresionan a la audiencia con la puesta en acto de alguna obra. Similarmente, será también así si en la misma representación se muestra también un público. El veedor y lo visto estarán entonces sólo en la pantalla. Aplíquese esto a usted mismo. Usted es la pantalla, el Sí mismo ha creado al ego, el ego tiene sus acrecencias de pensamientos que se muestran como el mundo, los árboles, las plantas, etc., sobre los cuales usted está preguntando. En realidad, todos éstos no son nada sino el Sí mismo. Si usted ve al Sí mismo, encontrará que todo es lo mismo, por todas partes y siempre. No existe nada más que el Sí mismo.
D.: Sí, aunque comprendo sólo teóricamente. Sin embargo, las respuestas son simples, bellas y convincentes.
M.: Incluso el pensamiento, «yo no comprendo» es un obstáculo. De hecho, sólo el Sí mismo es.

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