Un guerrero acepta la responsabilidad de sus actos -inclusive los más triviales-. El hombre común nunca asume sus errores, pero sí se atribuye cualquier victoria, aunque ésta sea más bien ajena. Es un ganador o un perdedor y puede transformarse en perseguidor o en víctima, pero nunca llegará a la condición de guerrero, porque no lo merece. Un guerrero a veces
debe estar disponible y a veces debe mantenerse oculto. Es inútil estar todo el tiempo disponible, así como es inútil ocultarse cuando todos saben dónde está. Alternando la disponibilidad con la indisponibilidad, él no se cansa sin sentido y no cansa a los que lo rodean. Para el hombre común, el mundo es extraño porque, cuando no está cansado de vivir, está sufriendo las cosas que cree no merecer. Para un guerrero, el mundo es extraño porque es estupendo, pavoroso, insondable. El arte del guerrero consiste en equilibrar el terror de ser un hombre con la maravilla de ser un hombre. Lo mas difícil en este mundo es adoptar la postura de un guerrero. De nada sirve estar triste, quejarse o decir que alguien nos está haciendo mal. Nadie está haciéndole nada a nadie, y mucho menos a un guerrero. La confianza del guerrero no es la del hombre común. Este busca la aprobación a los ojos del espectador y a eso lo llama certeza. El guerrero busca ser impecable frente a sí mismo y a eso lo llama humildad. El hombre común está ligado a sus semejantes; el guerrero conectado al infinito. Hay muchas cosas que un guerrero puede hacer llegado un determinado momento, que no podía hacer años atrás. No fueron las cosas las que cambiaron: lo que cambió fue la idea que el guerrero tenía de sí mismo. Todo el mundo dispone de suficiente poder para conseguir cualquier cosa. El secreto del guerrero consiste en desviar la energía que antes dedicaba a sus debilidades y emplearla en su propósito en esta vida.
Carlos Castaneda